martes, 15 de noviembre de 2011

Sobre Horacio Quiroga

Quiroga aparece en la línea de los grandes cuentistas rioplatenses, inaugurando una modalidad nueva.

Se inicia en la vida literaria como poeta con los “Arrecifes de Coral” (1901) pero fracasa.
Se ha dado en llamar fantástico al género de relato que inaugura Quiroga, pero sería más exacto llamarle mágico porque si bien la fantasía es agente, opera siempre en el plano del misterio, más allá de las leyes naturales.

Es influido por Poe, de la corriente puramente fantástica, quien da a ese elemento mágico mayor profundidad de misterio. Poe era un romántico, Quiroga un realista; el cuentista platense se aparta de lo imaginativo extraordinario para ahondar en lo ordinario de la vida cotidiana, desde sus cuentos bonaerenses hasta los misioneros, lo exteriormente vulgar. Busca lo extraordinario en lo ordinario; lo misterioso en lo corriente. Sus personajes y sus sucesos nada tienen por lo general, de sorprendentes y sugestivos; él los torna sugestivos y sorprendentes al moverlos bajo la luz de su foco enigmático.


El temperamento de este escritor, la originalidad está en él mismo, en su visión de las cosas.
Los cuentos de la primera época, “El crimen del otro”, “Historia de un amor turbio””Cuentos de amor, de locura y de muerte”, se caracterizan por su objetividad.
El tema misionero le proporciona sus más notables páginas nutriéndole de la materia virgen del territorio; su cosmopolitismo se americaniza, su universalidad adquiere sustancia nueva vernácula.
Lo extraordinario, lo misterioso, lo mágico, pero dentro de la realidad cotidiana, siguen siendo las cualidades fundamentales de sus relatos selváticos. 

Quiroga es lo bastante sabio para no ocurrírsele querer explicar nunca los hechos ni la psicología de sus personajes; explicarlos sería matarlos, si el misterio se explica desaparece. Pero en el cuento fantástico su ley no es desaparecer sino imperar; al menos en el cuento como lo cultiva Quiroga.


Era Quiroga un apasionado lector de libros y revistas científicos, sobre todo de ciencias psíquicas, que de ellos extraía inducciones y sugerencias. Buscaba en la ciencia lo que hay de misterio. Cree en la supremacía del relato breve sobre el largo, la novela, hasta el absolutismo erróneo de afirmar: “Un cuento es una novela depurada de ripios”.





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